Cleo, ya vestida y abrigada, se echa un poco de perfume, sale de su departamento y en el pasillo ajusta la Playlist que escuchara hoy. Son algunas cuadras hasta llegar al mercado y comprar algunas verduras que le hacen falta.
Cada mañana que sale a hacer su caminata de diez mil pasos, elige un estilo diferente, generalmente escucha los clásicos del rock durante la semana y algunas cumbias colombianas durante el finde.
Se rompió el cable de los auriculares, otra vez, de tanto llevarlos de aquí para allá y de todos esos enredos entre la ropa y la cartera.
Cleo es introvertida, ama pasar tiempo sola, es amante de los paisajes de otoño y no le gusta mucho la vida en el pueblo. Siempre fue una gran soñadora, lo que más quería en el mundo desde muy pequeñita era ser bailarina. No había tiempo para perder en caprichos vagos en una familia llena de abogados, médicos y docentes.
Tampoco había espacio para ensuciar con pinturas y pegamento la casa, como tampoco invadir con la música muy fuerte. Así fue como ella junto a sus libros, sus canciones, sus cuadernos y colores comenzó a perderse en su tiempo y espacio para hablar con su corazón y acercarse a sus deseos e ilusiones.
Un día de esos bien pesados del verano de la Mesopotamia, algún primo prendió una radio que sonó toda la tarde. Fueron puras canciones con melodías y letras deliciosas, algo que no había logrado encontrar en otros diales. Fue su primer acercamiento, a partir de ahí encontró que en algunos programas le daban una compañía que nunca había tenido, voces que le contaban historias, chistes y abrían más aún su curiosidad en el mundo.
A los nueve años recibió para regalo de Reyes Magos un Walkman, lo que para ella significó la llave a una nueva puerta en su universo mágico. Le pedía a su hermano mayor que le grabe en cassettes los discos que él tenía y los llevaba a todas partes en su mochila con un par de pilas de repuesto. Lo escuchaba en la casa, en los recreos de la escuela, en el parque y al hacer los mandados. Consiguió disfrutar de música nacional y se desesperaba por aprender las que estaban en inglés, entonces le pidió a su mamá que la mande a tomar clases, ella quería saber y llegar a tener la misma fonética.
Su tiempo estudiando inglés trajo el despertar de muchos sueños más, ahora quería viajar, probar comidas nuevas, tener amigos de afuera, escribir en otro idioma, ver nevar. Salía de sus clases con sus auriculares escuchando algún intérprete que apareció en sus lecciones.
Para cuando tenía 14, ya usaba un Discman, más tarde un MP3 y así fue pasando de tecnologías hasta las aplicaciones en el celular. Siempre encima de ella, a todos lados, no importaba si hacía una distancia de 100 metros o un día entero fuera, a Cleo nunca le va a faltar su mejor compañero. Hay veces que pasa tiempo escuchando una y otra vez las mismas dos o tres canciones, a veces no consigue ponerse de acuerdo consigo misma para elegir y otras tantas elige al azar aquellos que no conoce, en búsqueda de un descubrimiento que la deslumbre.
Es muy entregada y apasionada en sus relaciones, algo que le trajo cosas muy buenas y que, por algún motivo, hizo que con todas termine desmotivada y acabando con ellas. Todas sus parejas deben saber que a Cleo nunca le deben faltar sus auriculares y siempre debe tener batería suficiente antes de salir y que es imposible para ella escribir o estudiar con música o programas de radio de fondo, es que las transporta hacia ellas y no puede concentrarse.
Su primer ataque de pánico lo experimentó a los 20, no tuvo con quien compartirlo, nadie lo entendía, nadie cree en esas cosas. Los incorporó a su vida, los naturalizó, como también naturalizó su insomnio que llegó cuando tenía apenas 12. Con esto y su poca comodidad con la dinámica del pueblo, trabajaba durante todo el año terminando sin una sola ausencia, de nueve de la mañana a nueve de la noche. Le encantaba pasar tiempo en el trabajo, tenía menos chances de sufrir algún ataque o de aburrirse por ahí.
Todo cambió con la varicela. Pasó 10 días encerrada con su gato. No decide si fue la fiebre o la falta de sueño por el malestar por la erupción en la piel, pero algo se sintió revelador, abrió una página en blanco, anotó “Me quiero ir de acá” y el resto lo resolvió en su cabeza.
Se deshizo de sus cosas, vendió los muebles, el carro y algunas cositas más. Se desprendió de casi toda su ropa y dejó algunas prendas para llevarse en la mochila.
Antes de salir se da cuenta de que su reloj ya no funcionaba más, lo entendió todo, hasta ahí había llegado esa vida, debía construir una nueva y lo dejó por ahí en algún cajón.
Pasaron 4 años desde que Cleo dejó el pueblo, vivió en varias ciudades conociendo el mundo y fue capaz de sortear las dificultades de andar sola y lejos de todo aunque, en definitiva, siempre había vivido así. Una noche otoñal visitando algún pueblo volvió a dormir la noche completa. Todavía no sabe bien cuál es su hogar, no le incomoda, a veces cree que está en aquel universo que mejor la acoge cuando conecta sus auriculares y aprieta el botón de Play.
Hace un tiempo me metí a escribir ficción, todavía no entiendo como hicieron los grandes escritores de la historia.
Feliz Semana,
Flor
Re contra identificada c Cleo. Quiero capitulo 2